domingo, 9 de mayo de 2010

Z/Z
Zoe se sentó en una de las sillas de plástico en la parte exterior del bar La Tasca. Venía de reprobar una vez más en la facultad y se disponía a pensar seriamente en abandonar la carrera. Necesitaba calmarse. Cuando estaba agitada solía acudir a un lugar donde circulara mucha gente, buscaba un punto estratégico desde donde observarla y posteriormente se ponía los auriculares del celular. Elegir un tema que no sintonizara con la secuencia de personas que veía la hacía sentir a la vez dentro y fuera de la situación. Y eso la calmaba. Se puso los auriculares.
De repente, tuvo la sensación de que alguien se había sentado al lado. Al voltear, vio a una chica rubia, extremadamente alta y delgada. La chica estaba moviendo los objetos dispersos sobre la mesa, como buscando alguna figura. Zuzuk, dijo la chica, con un acento evidentemente extranjero. Y luego siguió acomodando el cenicero, el vaso, la botella y demás utensilios. En un momento se detuvo y miró a Zoe. Sonrió como si hubiera alcanzado lo que buscaba, y la tomó de la mano. Zoe se sacó los auriculares y Zuzuk le dijo: Acompañame. Antes de pensar cualquier cosa, Zoe se encontró caminando de la mano de Zuzuk por la Rivera Indarte.
Zuzuk vivía en un loft ubicado en un antiguo edificio céntrico. En ese piso había nueve habitaciones en las cuales convivían extranjeros de distintas partes del mundo que venían a perfeccionar su español. Al entrar a la habitación de Zuzuk, Zoe quedó impactada por su decoración un poco extravagante. Se sentaron sobre una lona de hilo que Zuzuk extendió y no hablaron por unos minutos. Zoe pudo observar una cantidad importante de libros sobre yoga, autorrealización, técnicas de movimientos corporales, pero sobre todo de Feng Shui. Ubicación, dijo Zuzuk como si explicara algo. Ambas pasaron tres días encerradas en esa habitación hablando sólo lo necesario. Zuzuk le pasaba uno de los libros a Zoe, y ella lo leía mientras Zuzuk la tomaba de la mano sin quitarle nunca la vista de encima. Al cuarto día, Zuzuk le dijo que se tenía que ir a casa. Zoe no intentó preguntarle nada. Intercambió e-mail y número, y se fue.
A los dos días, mientras Zoe leía una y otra vez en su notebook el último parcial que le habían reprobado, y sopesaba qué decisión iba a tomar, vio la ventanita emergente que avisaba la entrada de un correo a su casilla. Al ingresar a su e-mail, vio que era un correo de Zuzuk que sólo decía en el campo del “asunto” Casa Groenlandia, y que tenía un archivo adjuntado. Cuando abrió la foto, observó: una gran estepa blanca cubierta de nieve, una estrecha franja de playa, y más allá el mar neblinoso, gris, difuminado. Zuzuk estaba arrodillada en la arena de la playa, mirando fijo el foco de la cámara y señalando sobre la nieve un cúmulo de piedras arrojadas. Zoe, al ver la figura que formaban las piedras, recordó el Feng Shui y quiso leer una señal, un mensaje tal vez complicado, tal vez simple, pero que ella no alcanzaba a descifrar.
Afuera comenzó a llover. Zoe se puso los auriculares, y buscó un tema que desentonara con la foto de Zuzuk. Lo intentó varias veces hasta que desistió. No pudo encontrarlo.

2 comentarios:

Mariana dijo...

Lo lei el domingo en el diario!!! Feliciteishon! =)
Genial!

Mariana dijo...

Lo lei el domingo en el diario!!! Feliciteishon! =)
Genial!