miércoles, 24 de junio de 2009

QUE EL POLVO DEL VIENTO FORME UNA CORONA EN NUESTRA MENTE MIENTAS FLOTA


Para N. que me regaló la frase.



Volviendo de la casa de los abuelos
el Renault 12 aceleraba progresivamente
atravesando sin resistencia la atmósfera,
a los costados sólo se levantaban árboles maltrechos
cercos y alambrados. Nada que simulara vida.
100 Km y ni una palabra entre ambos
era como una apuesta, pensé como niño que era
que no podía ser sino una apuesta:
El que habla primero pierde!
No, pero papá no respondió a mi sonrisa.
Fue deteniendo el auto hasta estacionarnos a un costado,
al bajar las ventanilla una ventisca se introdujo al interior
y con ella toda la noche. Los bigotes se le movieron apenas unos segundos.
Desde hace rato los árboles se habían extinguido, el cerco de alambre
estaba caído, era como si las cosas se hubieran ido escondiendo.
A los costados, adelante y por detrás lo mismo: una estepa.
No hay nada pero nada nada dijo por fin mirándome fijo
Es la nada misma, con mucho viento.
Arrancó luego el auto hasta casa, y me dejó.
Si era una apuesta, papá perdió el juego.
Falta aún decidir quién fue el ganador.

(Nico Bertona)

lunes, 22 de junio de 2009

LAS GOTITAS SE HACEN MÁS Y MÁS GORDAS MIENTRAS CHOCAN CON EL MUNDO


“y sobre todo mirar con inocencia.
Como si no pasara nada, lo cual es cierto”
Alejandra Pizarnik


Y si la lluvia
es siempre una excusa para pensar
no somos quienes para desalentar
un lugar común.
Entonces, llueve y pienso y
le voy contando a mi gata que está encogida
sobre sí misma como un terrible bicho bolita.
Pucky, se llama mi gata.

Pucky, ella a la mañana se despierta agitada
abre los ojos y es como si volviera de hacer turismo
en un campo de concentración
y tuviera las imágenes tatuadas en todo el rostro
como polaroids sostenidas por imanes
insoportablemente pesados.
¿Entendés, Pucky? No está triste, y eso es lo raro
vuelve a la superficie del mundo con la sospecha
que erró la dirección en algún lado,
o quizá son esos sueños que se van acumulando
en su nuca, como una joroba pixelada e imposible.
No sé, Pucky, no sé. Y, para serte sincero,
creo que no tengo ningún interés en saberlo.
Eso nos diferencia, mi total falta de intriga
para algunas cuestiones
y su ferocidad por querer comprenderlo todo.
Nos diferencia eso,
eso y su gusto que no comparto por la cerveza negra.

¿Oís cómo llueve, como las gotas se vuelven
más y más gordas y chocan contra las persianas
y las ventanas y las plantitas en las macetas
en el patio de invierno de casa?
¿Lo oís, Pucky, no es como si algo
quisiera ponerse a destruir el mundo
pero del modo más suave posible? Como una forma perversa
de destrucción, como asesinar a un bebé con caricias.

Te decía, todas pero todas las mañanas
me termina arrastrando a ese terror que no es tal
porque ella no está triste, ni tiene miedo ni angustia
pero su cuerpo erguido como un relámpago de piedra
me termina arrastrando a lo que sea que cargue con ella:
la veo y es mirar un video-clip frenético con una secuencia
de fundidos en blancos. Y no quiero conocer el nombre de ese tema
no quiero saber nada, nada, nada.
¿Está mal eso, Pucky, vos que sos una gata
sospechosamente gorda y sospechosamente buena
decime por favor
si está mal que esta mañana me haya despertado antes
y me haya ido sin decirle nada,
si es incorrecto desde tu visión refinada de gata sobrealimentada
que sepa que no la voy a ver más, que voy a ignorarla
con la disciplina de un monje budista asustado?
Pucky: ¿está bien? ¿Está mal? ¿Está más o menos?

Quizá debí esperar que despertara,
en ese momento cuando aún es un pez
con la mitad del cuerpo afuera boqueando
y la otra mitad empantanada en la suavidad del agua
para decirle algo que hace rato me pincha las encías:
que lo que nos diferencia no es sólo la cerveza negra
que nos distancia sobre todo esa terquedad de querer
tener a mano la sinopsis, el resumen y el cuadro explicativo
del mundo todo el tiempo y sin demora.
Que las cosas para mí no tienen fondo porque
las cosas están felices en su tranquilidad de cosas.
Y le dejaría un deseo:
que no busque respuestas
que la única razón por la que busca respuestas
es porque intuye que la próxima va a lograr arreglar algo
pero hay algo que tiene que reconocer
que una vez que cancela las preguntas
las respuestas también se evaporan.

Pucky, voy a salir al patio de invierno
a dejar que el aguar me bañe desde la cabeza a los pies
hasta que mi piel se haga líquida y descienda
formando un charquito entre las baldosas agujereadas.
Cuando eso pase, Pucky, haceme un último favor:
salí al patio y bébeme de a poco con tu lengüita áspera
y no pensés en nada, en absolutamente nada
sólo sé una gata gorda bajo un torrencial tomando agua
de las baldosas, como quien bebe de una pila bautismal.